jueves, 26 de junio de 2008

Existencia

Hecha por los momentos dedicados a cada sonrisa que regalé, por el tiempo que invertí en hacerlas brillar, por vibrar con cada estribillo que me llegaba al fondo del estómago y lo retorcía como si me hubiera tragado mariposas, por mirarles y mirarte a los ojos, marrones, azules, verdes, negros y esos bonitos, de color indefinido que mezclan todos y ninguno. Me salvan de casi todo. De todos los "casi". Y cuando la voz se desgarra en la palabra precisa, allí estoy para volver a recordarlo. Mis horas hechas de canciones.
Si estuviese hecha de papel, me faltarían cachos por todos lados, con palabras borrosas y un poema de métrica libre, versos cálidos y finales tristes, historias de pobre esperanza.
Mañanas pensando en las noches que no tuve, y noches pensando en deshacerme de tus brazos por la mañana, que si me acuesto y me despierto pensando en un nombre que varía como varían mis artistas favoritos, que si hago algo es para no tener que pensar en lo mismo, y cuando no lo hago pienso en hacerlo.
Que no me engañan mis manos temblando, ni mis suspiros, ni los latidos acelerados, ni el estar sin estar, no me engaña sentirme hecha pedazos, como si ya hubiese estallado, como si fuera a morir y renacer cada segundo.
Me dijo que no me entregaba, pero creo yo, ningún alguien me lo preguntó. Me afirman, vomitan críticas sin que pueda moverme de la misma silla de madera en la que comparto cafés y algún que otro secreto. A veces creo que quiero ser buena y no sé si puedo. Si me lo merezco.
No tengo mucho más que decir.

miércoles, 11 de junio de 2008

Carta de presentación

Sin puntos, porque después de años en exclusividad con mi egoísmo empecé a poner comas. Y la gente tenía relevancia, más de la que yo hubiera imaginado. Quiero decir que surgieron problemas con nombres propios, y los miraba a los ojos y quería que entraran en mi mundo aún sabiendo que lo más probable es que salieran corriendo después de ver ese rinconcito en semipenumbra, decorado a lo demodé y con imágenes desenfocadas por propia vocación; las caras, las manos que me pasaban por el pelo cuando abrazaban a una figurita hipando sin parar, cuando aspiraban ese olor particular que adquiere mi cabello por la noche, una mezcla agridulce del perfume que uso desde hace años y el humo que se me pega en todos los bares. Estoy llorando por dentro, con lágrimas grandes, de cocodrilo, pero no las pienso dejar salir, aun no. Soy buena actriz y perfecciono mi papel día a día, sin comprender demasiado si hago bien o mal ocultando esas cosas que no me atrevo a mostrar.
Quise volver a recuperar el tiempo perdido, pero antes de que el sol se asome y me avise de que ya es de día, algo habrá cambiado.
Y a veces simplemente me consumo en la cama, totalmente consciente tanto del hueco que hay como del vacío interno. Ahora que sabes casi todos mis secretos, podrías pedirme que llore un poquito con el pelo enredado entre tus dedos y manchando tu camiseta de rimmel.
Déjame ser yo por un instante.