domingo, 25 de octubre de 2009

Daños colaterales

Los católicos usan la confesión para absolver sus pecados. A mi no me queda más que la opción de agarrarme al paso del tiempo pues carezco de fe. No creo en la existencia de un hilo conductor que te enseñe el buen camino cuando te ha predispuesto una vida llena de infortunios, a pesar de ser virtuosa en la inocencia y tomarla por vocación. Tuve suerte en cierto modo. Y aún poseo pequeñas esperanzas, aunque sea de las que en vez de tirar monedas a una fuente me moje entera lanzándome a recoger sus deseos. Durante un tiempo fui marioneta, de las que agachan la cabeza y complacen con mentiras piadosas pues son tan ingenuas que creen que jamás hay que hacer juicios viles. Entonces mi conciencia no me condenaba pero el mundo si, sólo por ser débil, por no estar al nivel de unas absurdas demandas sociales, porque en vez de tirar piedras intentaba evitar el tiroteo ajeno, por ceder asiento en el autobús y mirar con timidez a los desconocidos. He perdido todo en esta vida, familia, amigos, infancia, amor. Y no es que no hubiese valorado lo que tenia, es que no tuve más opción. Difieran pero sí me culpé, pienso que una persona que fue incapaz de sobreponerse a todas estas cosas y luchar no se merece nada. Pero tampoco me merecía la cara opuesta de la moneda. Nada va a aliviar el dolor interno, ese que te ahoga y hace que no seas capaz de ver más allá del abismo. Puedo disimular, puedo cambiar, puedo intentar perdonarme y perdonar a los demás. Aunque no olvide, mi interior es irreparable, mi ilusión no es irrompible.