sábado, 23 de agosto de 2008

Tiempo (y espacio)

Me despierto de repente, como si estuviera programado, repaso el manual, escribo, preparo café, me visto, me cuelgo el MP3 y bajo las escaleras, la temperatura es baja, aún es de noche, el mundo aún duerme, aún no es real, y yo corro, no paro de correr hasta llegar a la mitad del camino, bajo el ritmo, ando, llego al río, aspiro el aire y vuelvo a correr, mirando al frente, mil metros a la máxima velocidad, hasta que sienta los pies ligeros y el pulso golpeando en las sienes, hasta que sienta que he echado a volar unos minutos, luego el estomago se encoge y paro, estiro, y vuelvo a casa, sin acelerar demasiado. Otra vez en la mitad del recorrido aspiro el olor de una panadería y me doy cuenta de que ya falta poco para que amanezca del todo, cuando llego de nuevo al portal el mundo ya funciona, ya es de día, ya es real. 
En esos 8 km y medio, en esos 50 minutos diarios me siento libre. En esos 8 km y medio me da tiempo a pensar que vivir no es necesariamente una búsqueda de la felicidad, ni del equilibrio, de que sólo paso día tras día, pensando en mi, en ti, en todas las personas que pasan, que pasaron y que pasarán ante mis ojos, que lo paso entre las cuatro paredes de cualquier lugar o entre las calles de cualquier ciudad, que tengo demasiadas cosas que hacer antes de mi fecha de caducidad como para pensar en ser perfecta, demasiadas cosas que me dicen que yo no nací con esa predisposición que tienen algunos a ser buenas personas, nací libre de elegir, la suerte de escoger qué vida llevar, la manía de proteger mis secretos, nací sin miedo a acabar, odiándome y amando mis imperfecciones. En esos 8 km y medio, cada día, me resulta más fácil perdonarme. Hoy me di cuenta de que soy ignorantemente feliz...

lunes, 18 de agosto de 2008

Las sonrisas más dulces, las lagrimas más amargas

Las provocan las personas que llegan de repente a tu vida y rompen todos los esquemas que te habías metido en la cabeza para ser feliz, aquellas que hacen sentirte el ombligo del mundo porque lo que importa  es que estén a tu lado, que te  necesiten, que te alaben, que te miren constantemente, pero, vaya ironía, los protagonistas de tu (tu, tu, tu, tu y tu) película son ellos y tu solo eres un personaje secundario, sufriendo para que la historia acabe bien.
Sigo con mi espiral de pesares, como cuchillos con el filo muy corto y finos como una hoja de papel, capaces de hacer obras de arte atravesando mi piel, la maleta está más que hecha, pero no he tenido fuerzas para salir, físicamente, porque en realidad quería saborear el olor de la estación, un poco agrio y tirarme con los cascos en el asiento, suspirando por las cosas que no llegué a decir antes de irme, y que no voy a decir, claro que no. Ahora estoy con una manta, congelada, temblando y con la cabeza a punto de estallar, sin comida, sin ganas de preparar nada, entre la garganta que no me emite ningún sonido y las ojeras que revelan que estoy hecha polvo... Amando "In a sentimental mood" de Coltrane, que me alivia un poco de entregarme a ideas poco saludables, últimamente ni siquiera me apetece follar. Que te vaya bonito...

lunes, 11 de agosto de 2008

La verdad

Algún día, será más importante que el orgullo. Que el temor de hacernos daño y de hacérselo a los demás, el temor a perderlos, a perdernos. Algún día, incluso cuando piense que sea demasiado tarde, le contaré los secretos que no he podido ocultarte a ti, cuando sepa por qué lo siento, cuando lo sepa y pueda pedirte perdón, por las miradas que no puedo evitar, por la confusión que me amarga los minutos y ese no sé qué, cuando desaparezco en mis pensamientos, con cara de ensueño y aparezco perdida, como si me sacudieran y me arrancaran de un mundo en el que las ilusiones se hacen visibles, y no tengo porque engañarme ni engañar a nadie. Lo visible de mí, que no perdona los errores, y lo invisible, lo que nadie se atreve a descubrir. Me voy a caer en el sofá, con los ojos cerrados, como si fuera a caerme en un precipicio, como en mis sueños, y decidir si voy a llegar hasta el fondo, aún a riesgo de quedarme a oscuras, o quedarme flotando, esperando a que alguien me saque de allí... 

viernes, 1 de agosto de 2008

Versos cálidos

No llego a estirar las puntas de los dedos, me quedan unos centímetros para rozarle la nuca y mis manos siguen paralizadas, con la boca abierta y la barbilla suspendida en el aire, sin llegar a temblar, sin llegar a tocar, sin llegar a hablar, sin llegar a mirar. Cerrando los ojos, porque arden de lo secos que están, con todas mis cicatrices abiertas, con la sangre brotando como el nacimiento de un río, con ese rojo púrpura, latente, caliente, espeso y placentero. El pelo enredado, la almohada empapada y el sudor frío, con sed, con hambre, y sin las fuerzas para moverse, para salir de ese rincón al que tanto me cuesta amoldarme, donde... Mis versos más cálidos, los más sinceros, los más difíciles de contar, conviven en la noche, conmigo, a solas, en un espacio limitado, esperando.