jueves, 30 de julio de 2009

Ven aquí, cordura

Que te voy a comer a besos. Las manos me tiemblan al recordar el cómo y el dónde. Cómo me tiraba del pelo, cómo me encendía en cualquier rincón. Donde el asfalto se mantiene a la misma temperatura, ¡pobre de mi! Soy una adicta de los toqueteos, a tirarle de la camiseta hasta darla de si, a mirar fijamente a los ojos para ver si se da por aludido, ¡tócame, tócame, tócame!
Mi estomago se encoge, y me recorre un hormigueo desde la espalda hasta las piernas, me dan ganas de arrancarte la ropa, tengo ganas de ti... Me doy cuenta que estoy soñando y me despierto de madrugada, con el pelo empapado en sudor palpando mi cama, tu ausencia no me tranquiliza, me inquieta hasta quebrar mi yo coherente. En las sábanas seguía impreso un olor dulzón, me reí al reconocerlo, podría distinguirlo entre la multitud. Aspiré el humo del cigarrillo sentada como un gato en mi ventana, miré al cielo, faltaban minutos para amanecer y allí estaba yo, contemplando el mundo en silencio.
E irónicamente, en compañía de mi soledad.