jueves, 28 de septiembre de 2023

Expectativas

De pequeña quería haber nacido chico, porque gustaba de poder llevar pantalones para subirme a los árboles, no quería que me riñesen al llegar con heridas de batalla y me sabía todos las marcas y modelos de coche que veía, fascinada, por la calle, Odiaba si me preguntaban si fulanito me gustaba, odiaba oír “qué bonita es esta niña”. Quería ser libre y jugar con Scalextric y videojuegos, no entendía eso de tener que portar una muñeca que se hacía pis y más adelante a otra que necesitaba un Ken, un caballo, la mansión y veinte conjuntos. Mis interacciones masculinas se basaban en compartir opiniones sobre libros, dibujos, alguna pelea y sobre todo hacer bromas. Los libros me aislaron muchos recreos y muchas tardes. 
Los libros y luego la escritura se convirtieron durante gran parte de mi vida en una vía de escape.
Al entrar en la adolescencia todo cambió, intenté resistirme a deshacerme de la inocencia pero cuánto más lo hacía, más me convertía en el foco de las burlas, de la inadaptación. Encontré un remanso de paz entre la gente que se creía alternativa y bohemia, aprendi sobre crítica social, obtuve conciencia política, me apasionaban los debates de todo tipo de arte. Pero todos esos al final ni eran tan abiertos, ni comprensivos. En cuanto di a entender que era libre en el amor, en cuanto confesé que mis ideas eran más simplificadas y que no tenía que inflar tanto el ego, en cuanto tuve que arreglarme para poder conseguir trabajos que ellos no necesitaban, me juzgaron de nuevo. Recuerdo que todo empezó a joderse cuando surgieron esas redes sociales del demonio, y pensando que nos acercaban desde la distancia, nos alejaron de la realidad. Ya no bastaba hacer cosas, tenías que dar pruebas de ello, y las exigencias eran cada vez mayores. Parecía que todo el mundo viajaba mas, tenía más amigos, vestía mejor y era infinitamente más feliz que tú. Claro, durante años me creí la trampa. Yo “debería “ tener un armario perfecto y un cuerpo aún más perfecto, “debería” tener un hogar de revista y cocinar como un chef profesional ,“debería” de tener un trabajo que me diese estatus y unas vacaciones paradisiacas. Lejos de sentirme perfecta, cada año me sentía más desesperada.
Durante ocho meses perdí el cuerpo perfecto, el trabajo que en realidad odiaba, tuve muerto de risa ese armario a rebosar, descuidé este hogar de revista, me olvidé de los cosméticos, no celebré absolutamente nada, me olvidé de la gente que solo buscaba mi superficie, me olvidé hasta de mi misma. 
Igual no fue tan terrible, igual necesitaba pasar ese dolor y tener otra perspectiva.
No tengo ni idea de qué voy a hacer ahora.
Pero ya os digo yo que no voy a vivir de expectativas.
Ni se os ocurra exigirme nada.
No voy a intentar correr con muletas porque no las veis.
Voy a reclamar mi experiencia y a seguir experimentando.


Igual vuelvo a leer, porque últimamente no sé si tiene sentido lo que escribo.

domingo, 24 de septiembre de 2023

7:15

Estaba sumergida en un sueño rarísimo.

Suena el móvil, alguien me recuerda que su noche termina.

Palpo la cama a tientas y ahí está ese clic, brr.

Me estiro como un gato y preparo café con canela mientras pego la nariz a la pantalla.

Me río pensando que no hace tantos siglos yo también buscaba un taxi, agotada y vacía.

Amanece y toca coger aire, lavarme la cara y echarme al parque.

Así que era esto, la pureza de formas y la paz mental tiene este precio...


sábado, 23 de septiembre de 2023

Yo pensaba que era demasiado, que no podía.

Que había rebasado la linea.

Y claro que pude, puedo y podré.


Entrecierro los ojos y aprieto las comisuras al sol.

Cien pasos mas. Mil. Más rápido.

Y siento los pies ligeros como hace años.

Y el aire quemando en los pulmones.


Afable y cuadriculada durante el día.

Indómita y “animala” al caer el sol.

Si apenas he comenzado a conocerme.

Deja de fingir que lo sabes todo.


Estoy en proceso de ir soltando piedras y alterar todo lo preestablecido.

Estoy dispuesta a quemarme y a dar de beber al sediento.

Restaurando ese corazón maltrecho y hecho añicos.

Pintaré de oro mis cicatrices ennegrecidas.

Y seguiré dando pasos de gigante.


lunes, 18 de septiembre de 2023

Septiembre siempre me vino grande (otro más)

Esta vez no quiero que termine.

Siempre fue el peor y el mejor mes.

El de transición.

El de propósitos.

El de melancolía absoluta.

El del "no sé qué ponerme"

El de inhalar el petricor.

Otro verano que termina sin haber hecho nada de lo que me prometí el anterior.

Pero al menos mi cuerpo me da respuestas.

Mis manos se las van apañando.

Y dedico tiempo para prepararme a la caída de las hojas. A la vuelta del frío. A no sucumbir a la pereza y tener motivos para no desaparecer debajo del edredón más de lo necesario. 

El primer día fue titánico.

Lloré, supliqué y me iba alentando a cada pasito.

Tienes que poder, llevas en la sangre ser una bestia.

Y aun así, la parte que reprimo sigue dando golpecitos en el pecho.

Pero esta vez, si salgo, lo haré sin edulcorar, sin matizar, sin esconder.

Al final se quedarán los que han visto más allá.

Con el alma desnuda, rota y rehecha, ese tirar para adelante contra viento y marea que muy pocos saben pero atesoran y me lo hacen saber con amor y regaño. 

El primer día pasó, me abrí camino entre la jungla.

Gracias a los que me impulsaron a los siguientes senderos….


jueves, 14 de septiembre de 2023

La cafeína me golpea en las sienes.

Un cúmulo de luces serpentea por mis ojos.

Los nervios quemando y el cuerpo pidiendo tregua.


Ójala procrastinar fuese un oficio.

A veces olvido muchas fechas.


viernes, 1 de septiembre de 2023

Sicía



 En el mundo antiguo, el hombre desconocía el fuego, el dolor y las preguntas.
 Se acostaba al ir escondiéndose al sol y se despertaba a su regreso. 

 En este mundo la gente vivía en una pequeña pradera rodeada de un gran bosque. Para acceder al lago de dónde sacar el agua, había que cruzar un camino, tan estrecho, que solo las mujeres y los niños cabían. Y los hombres, que eran buenos, confiaban en su vuelta.
 Un día, una de las mujeres más jóvenes, de curiosidad insaciable, se quedó soñando despierta y vio por primera vez llegar la noche oscura; cuando miró al cielo, se dio cuenta de la presencia de la luna y se dijo a si misma, que quizá podía probar el sendero con su luz. 
 Así esperó varios días, hasta que un de ellos tuvo el valor suficiente y al anochecer, esperó a que todos estuviesen dormidos y caminó entre las piedras hasta acercarse al lago.  Para su asombro, el agua brillaba con un azul muy claro, resplandeciente. Metió las manos y toda ella brilló, después tomó un sorbo y a su mente llegaron todos los conocimientos de todos los mundos. Cogió un cubilete de madera para disponerse a llenarlo y llevar el conocimiento a su pueblo, pero este ardió en el instante abrasando sus manos. Sintió por primera vez el dolor y de sus ojos brotaron lágrimas que cayeron al agua; supo que tenía que volver y dejar que su pueblo siguiese feliz.

 Pasó el tiempo, y ella envejeció. Los hombres intentaron acercarse a ella para engendrar a hijos y ésta no aceptó a ninguno, temerosa de su descendencia, pero sí ponía sus manos en los que nacían, para que fueran más fuertes y buenos, hasta ver pasar a veinte generaciones. 
 La nombraron Sicía.

 Un día, uno de los niños del poblado se escondió en su refugio y esperó varias horas, resistiendo el sueño hasta el crepúsculo, frotándose la cara, sin entender por qué sus ojos se hacían más vagos.
Sicía entró sin hacer ruido y le tocó suavemente:

 - Tus ojos están descubriendo la oscuridad. Tienes que ir con tu madre y cerrarlos.
 - No eres como los demás. Tu piel está arrugada. Tus manos son distintas.
 - Hace muchos años, cuando era más joven que tu madre, también hice una pregunta.
 - No sé que es "pregunta".
 - El calor que sientes en el pecho. Las ganas de saber.
 - Siento calor en el pecho. Y siento mucho calor en los ojos. Quiero saber, Sicía.

 El niño se echó a llorar en aquel instante, y Sicía lo acunó durante unos minutos.

 - Eso que sientes es "dolor". Y con el "dolor" empiezan las preguntas. Y con las preguntas empieza el "conocimiento" y con más conocimiento hay más dolor. Tienes que ir a dormir y olvidar.

 Pero el niño siguió llorando y zafándose de los brazos de Sicía, corrió por el sendero de piedras hasta llegar al lago.
 Éste ya no tenía el resplandor que conoció la joven, antes de tener un nombre, pero reflejaba la luz de la luna en su negra superficie. El niño miró y tocó el agua, convirtiéndose en hombre.
 Sicía caminó hasta su encuentro:

 - Ahora ya no podrás volver al pueblo, no cabrás más por el camino. 
 - Soy como mi padre, pero me siento pequeño - y se echó a llorar de nuevo.
 Las lágrimas eran negras, y al tocarlas Sicía, brilló y se volvió joven y hermosa.
 El hombre la tomó entre sus brazos y la estrechó; de ese encuentro nacería el amor y después una bellísima niña.

 Sicía murió al dar a luz, y el hombre cuidó a la niña hasta que ésta creció y aprendió a hablar:

- Tienes que quedarte aquí y yo tengo que regresar al pueblo. Porque mi madre era conocimiento y tú, padre, eres amor .Y de mi nacerán las mujeres sabias y los hombres que podrán amarlas. 




 Nosotros somos el mundo nuevo. 
 Las mujeres olvidamos nuestra sabiduría y los hombres se han olvidado de amarnos.
 Pero el amor sigue sentado en un lago, sufriendo,  para ver si lo recordamos.