lunes, 21 de diciembre de 2009

Contando con los dedos

He vuelto a deslizar las manos, no he podido apartar la vista, me he sentido incapaz de no recordar el tacto sólido de sus hombros; no me mires así, ha sido un momento de necesidad voraz.
Un día desperté y vi que el tiempo dejó de pasar en minutos, ahora pasa en horas, de repente me di cuenta que echaba de menos cosas en las que no había reparado: como aspirar el olor de las flores, me he despertado en un mundo donde los olores se pagan y tienen nombre.
Pero me encanta acercarme a alguien y meter la nariz en su pelo o entre las clavículas, es como cuando te abrazan, me encantan los abrazos, el vapor del té cuando tengo enfrente a una persona a la que contarla algo, a todos nos gusta esa envolvente sonrisa de complicidad que incita a compartir cosas, de esas que solo se comparten en una mesa de un pequeño café con aires bohemios. Me gustan las manos, cuando las yemas se tocan suavemente.
Puedo conocer a una persona por sus manos, llevo años leyendo sus líneas: en todas pone lo mismo pero sabemos que lo que te hace especial es que te mire a los ojos y te diga que eres diferente, lo necesitas para arrancar. En cuanto se dilatan tus pupilas me vuelvo loca de curiosidad.
Complacer a la gente es así de fácil.

sábado, 19 de diciembre de 2009

La cómplice

Se me ha calado el frío en los huesos, a pesar del calor que hace aquí en el salón, quiero que la cama me absorba, enroscarme con el edredón y no salir en días, me atrevería a romper el despertador a martillazos; es de esos ring irritantes y un tic tac fuerte más irritante todavía cuando cuesta conciliar el sueño y yo soy una carita pálida donde destacan las mejillas y la nariz sonrosadas con los ojos cerrándose, agarrada a una taza de té caliente con miel. Y de repente me acordé:
¿Sabes que me recuerda a alguien..?
¿Salvaje quizás?
No sé, no exactamente, o tierno, no, es como...
Si dieran ganas de hacerle un montón de cosas pero todas muy despacito...
¡Sí!