lunes, 19 de abril de 2010

Ella ya no llora

Ya no puede más. No quiere.

Somos conscientes de que el tiempo pasa; lo cual no es una ventaja, porque vivimos más en cualquier otro sitio que en el segundo de ahora mismo. Si lo único presente que nos queda son los pensamientos dedicados a mañana o a ayer ¿para qué estamos aquí y "ahora"?
Ella no puede seguir pensando en el pasado; los portazos eran ensordecedores.
Y de mañana, ella... No puede decir mucho. Porque cada día la intentan abatir. Cada día la da un poco más de miedo salir de casa, cada día le cuesta más escribir, cada día le duele más sentirse sola. Y así sigue. Pero no quiere.

Ella no. Yo tampoco. Me niego a seguir llorando.

jueves, 8 de abril de 2010

Quiero

Lunes tranquilos y domingos soleados para tumbarme con un libro a contraluz, para encender el iPod con las mismas 13 canciones de siempre. Bajar al trastero con un cubo de jabón y una esponja y sacar brillo a la bici, hinchar las ruedas y meter la marcha nº6 debajo del puente. Soñar contigo siempre que me apetezca. Acallar su voz sin sentirme culpable, sin que una fibra se rompa en mi interior. Aspirar el aire lentamente y estirarme como un gato. Comprar otro vestido de flores para el verano y buscar unas sandalias a juego. Ponerme mi perfume favorito. Recorrer mis antebrazos con las yemas de los dedos. Mirar bolsos grandes y odiarlos, mirar bolsos pequeños y pensar que no me cabrá nada en ellos. Andar descalza por el pasillo. Echarme crema en las piernas. Arrancar hojas de mi cuaderno. Pasarme dos horas en la biblioteca. Encender el incienso. Fumar en el suelo abrazándome las rodillas. Ahogarte en la piscina. Playa. Quitarme el bikini lleno de arena. Pantalones cortos. Hacer muecas al beberme un granizado de limón. Pedir horchata a las dos de la mañana. Sentarme en una terraza y reírme al levantarme porque se me han quedado las marcas de la silla en los muslos. Que me agarres de la cintura.
No pensar en ti.

domingo, 4 de abril de 2010

Lo que nunca quisiste

Estoy hasta los "..." de ti y de tus historias; fue mi grito de guerra cuando aún creía que podías quererme. Alguien me dijo que cuando me enfado soy como una niña pequeña, no como yo me imagino a las niñas pequeñas (llorando a moco tendido, caprichos sin gastar) sino que me pongo de morros y miro fijamente a la pared, que a veces llego a dar miedo.
Un amigo bebía cerveza en una taza metálica, de esas como en las películas y cada vez que me veía enfadada empezaba a tocar con su dedo indice mis costillas y al final yo me tumbaba en la alfombra y él recorría mi espalda con las yemas de los dedos; se me pasaba el enfado, daba unas caladas y me tumbaba boca arriba, entonces subía mi ombligo a la misma altura que mi nariz y empezaba a reírme en esa absurda posición.

- No tengo esa clase de encanto.
- Creo que eres un encanto, en conjunto, con todas tus cualidades.
- No me consuela.

Miro a la pared, fijamente.