domingo, 4 de abril de 2010

Lo que nunca quisiste

Estoy hasta los "..." de ti y de tus historias; fue mi grito de guerra cuando aún creía que podías quererme. Alguien me dijo que cuando me enfado soy como una niña pequeña, no como yo me imagino a las niñas pequeñas (llorando a moco tendido, caprichos sin gastar) sino que me pongo de morros y miro fijamente a la pared, que a veces llego a dar miedo.
Un amigo bebía cerveza en una taza metálica, de esas como en las películas y cada vez que me veía enfadada empezaba a tocar con su dedo indice mis costillas y al final yo me tumbaba en la alfombra y él recorría mi espalda con las yemas de los dedos; se me pasaba el enfado, daba unas caladas y me tumbaba boca arriba, entonces subía mi ombligo a la misma altura que mi nariz y empezaba a reírme en esa absurda posición.

- No tengo esa clase de encanto.
- Creo que eres un encanto, en conjunto, con todas tus cualidades.
- No me consuela.

Miro a la pared, fijamente.

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