Noche tras noche nos comemos el tiempo y divagamos para no hablar de verdad. Me revuelvo en la silla. No voy a reconocer que hace algún tiempo pensé que la fascinación iba más lejos de lo que pediría. Pero ahora me aburre esa idea.
Debe ser molesto que te pregunte todo el tiempo. Que invada tu intimidad y te robe cigarro tras cigarro, sorbo tras sorbo, verdad tras mentira.
Es contradictorio, será hasta que yo ya no aguante y que algún día sea insoportable que esquives las respuestas. Hasta que haga balance y me de cuenta de que yo doy mucho más, aunque no lo pidas.
O lo mismo tengo que esperar.
Puede que algún día me des la razón, y haya un empate. O que te gane la partida.
Que nos demos cuenta de que estamos en el mismo planeta, con el mismo peso encima, cada uno en su papel, ahogando lo que no quieres que te diga, ahogando lo que no me dices.
Ahogándonos sin más, por el simple placer de hacerlo.
Ahogándonos sin más, por el simple placer de hacerlo.
Puede ser que leas todo esto, cuando te haya suplicado suficiente. Aunque lo dudo.
Y lo mismo hasta echas de menos estar sentado ahí conmigo, divagando para no hablar.