Estaba sumergida en un sueño rarísimo.
Suena el móvil, alguien me recuerda que su noche termina.
Palpo la cama a tientas y ahí está ese clic, brr.
Me estiro como un gato y preparo café con canela mientras pego la nariz a la pantalla.
Me río pensando que no hace tantos siglos yo también buscaba un taxi, agotada y vacía.
Amanece y toca coger aire, lavarme la cara y echarme al parque.
Así que era esto, la pureza de formas y la paz mental tiene este precio...
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