viernes, 1 de agosto de 2008
Versos cálidos
No llego a estirar las puntas de los dedos, me quedan unos centímetros para rozarle la nuca y mis manos siguen paralizadas, con la boca abierta y la barbilla suspendida en el aire, sin llegar a temblar, sin llegar a tocar, sin llegar a hablar, sin llegar a mirar. Cerrando los ojos, porque arden de lo secos que están, con todas mis cicatrices abiertas, con la sangre brotando como el nacimiento de un río, con ese rojo púrpura, latente, caliente, espeso y placentero. El pelo enredado, la almohada empapada y el sudor frío, con sed, con hambre, y sin las fuerzas para moverse, para salir de ese rincón al que tanto me cuesta amoldarme, donde... Mis versos más cálidos, los más sinceros, los más difíciles de contar, conviven en la noche, conmigo, a solas, en un espacio limitado, esperando.
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