Ni de las manías que tanto me caracterizan.
No había un motivo para memorizar esas pequeñas cosas.
No era suficiente tener buenas intenciones o preguntarnos qué podía haber sido.
Y después de tanto tiempo ya ni siquiera recuerdo tu olor.
Sólo me queda el tacto rudo de tus manos, que se desvanece poco a poco.
Y me siento feliz.
Porque conseguí poner el punto final.
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