Soy un pez de un color un poco rosado, colecciono tejidos suaves y escucho con la boca abierta a esos extraños hablantes.
No sé nada y lo entiendo todo.
La mediocre neutralidad de la que alardean es la decadencia del mundo como lo conocimos por los libros.
Y vivir de extremos no es fácil. Debo decidir de qué lado ponerme, de qué manera ganar y como afrontar la pérdida, aunque me disgusta.
Odio perder, y los odio a ellos, que van como tiburones, pegados al fondo, arrastrando sus amenazantes fauces.
Y eso que, dentro de lo que cabe, me huelen a humano, dulzones y agrios, así como el estiércol.
Me voy a quedar callada, vienen a detenerme por pensar.
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