miércoles, 17 de julio de 2019

No he conocido en nadie, jamás, un infierno tan grande como el propio (lo juro).
Hay cosas que no cuento, por no mancillar los restos dispersos de mi inocencia.
Y no sabría muy bien si quiero bucear tan a fondo para sacar las miserias a flote.

Me cuesta y me gusta salir de mi cueva meticulosamente ordenada.
Entre tres y cinco horas de coche, me dejan a solas con mi cerebro.
Acabo odiándome un poco a las dos horas, y recompongo la calma antes de llegar.
Me repito una a una, respirando profundamente, las virtudes bien trabajadas.
Y pienso que, la ansiedad del principio, se calmará con una cerveza o dos.
No sé cómo estar sola, me someto ante un precipicio si lo visualizo.
Pero empiezo a sospechar que nadie sabe, que todos fingen.

Disparos de palabras en el pecho.
Abrazos fundidos sin límite de tiempo, apretando.
Todo lo que quiero, es que, a veces, me quieran.
E incondicionalmente y casi siempre.
Que me dejen con ganas de querer.

No hay comentarios: