Los viernes suelen ser como una hoja en blanco, porque el resto de los días son para recordarlo.
Los viernes a las cinco me pongo nerviosa al hacer la maleta.
Los viernes ansío tener la marca de tus dientes en alguna parte de mi cuerpo.
Los viernes la cerveza entra sola y hace cosquillas en la garganta, y me temo el resultado.
Los viernes el coche se queja un poco antes de salir a carretera.
Me gustan los viernes.
Pero tarde o temprano llegan los domingos y la ciudad se vuelve gris.
Y las señales impresas en mi cuerpo son el único consuelo.
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